Aquella cala, escondida,
al embrujo de las olas,
que parecía perdida,
con nuestro cariño, a solas...
Me sitúo al atardecer,
cuando el sol declinaba,
importante a mi entender,
pues de belleza emanaba.
Una hermosa soledad
que los dos necesitamos
y una sublime lealtad,
que para siempre juramos.
Una tarde magistral,
un placer extraordinaro
y un privilegio especial,
que no se nos da a diario.
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