me veo en un crucero,
que no olvidaré jamás,
ni a sus aguas,ni al barquero.
Venecia, lo dice todo:
es la ciudad del amor,
que hoy, "a groso modo",
explicaré su candor.
Sus beldades fueron tantas,
que mi memoria no acierta
a recordar hasta cuantas
y eso si me desconcierta.
Sus "vaporetos", ligeros,
cómodos y silenciosos,
sus cantares plañideros
y sus puentes, tan hermosos.
Deseos de gritar, a voces,
la canción del gondolero.
para que vibres, que goces,
como yo, en su velero.
Una sorpresa: encontrarme
con el sillón de Atila.
que sirvió para sentarme,
aunque con "ira tranquila".
(Se dice de él, que en lo que pisó,
nunca la hierba creció).
Este recuerdo emotivo,
dirigió mi pensamiento
hacia algo positivo.
¡Fue, quizás, un gran momento!!!
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