No sé Rafa, qué decirte,
pero, te quiero glosar,
para que puedas reirte,
con los versos que pediste
y, ahora, lo voy a intentar.
Procuraré, a ver si puedo,
más despacio o más deprisa,
explicarte un chiste nuevo,
sobe todo, que sea bueno,
para que te cause risa.
El de "la oreja", lo sabes,
el del "palillo", también,
el del "muerto", no me sale,
además, de que no vale,
pues, creo, ya te o expliqué.
El de "la oreja", no obstante,
como tan gracioso es,
merece un punto y aparte,
por eso, voy a contarte
el mismo chiste, ora vez.
Era un futuro papá,
que esperaba, emocionado,
con su continuo fumar,
la voz de ¡paternidad",
para hallarse realizado.
Y esa voz, por fin, se oyó,
después de una larga espera,
penetrante, resonó,
la noticia que le dio,
aquella buena enfermera.
Ya es usted padre, le dijo,
tranquilice su ansiedad,
ya nació su primer hijo,
quizás, un poco canijo,
pero, un hijo, de verdad.
Sea como sea, quiero verlo,
¡ya soy padre, qué alegría!
Me impaciento por tenerlo,
en mis brazos y mecerlo,
un poquito, cada día.
No se apresure, señor,
pues, tengo que confesarle
que he surgido, a la sazón,
un percance, posterior
y del cual debo informarle.
Se trata, sencillamente,
de que su hijo ha nacido,
por desgracia y tristemente,
de extremidades carente.
No se sabe por qué ha sido.
Es igual, contesta el padre,
es mi hijo y quiero verlo,
antes de que sea más tarde.
¡Hijo mío, voy a abrazarte,
de intranquilidad me muero!
¡Por favor, espere un poco!,
le aconseja la enfermera,
disimule su sofoco,
su hijo ha nacido...sin tronco.
¡Valía más que así no fuera!
¡Qué pena tengo Dios mío!,
pero he de sobreponerme,
al fin y al cabo, es mi hijo,
déjeme verlo ahora mismo,
si no quiere enloquecerme.
Entre usted, si lo desea,
dice la enfermera, triste.
(He de dejar que lo vea.
aunque penoso ello sea,
pero, ya que tanto insiste...)
E irrumpe en la habitación,
con un gesto entusiasmado,
henchido su corazón,
con la máxima ilusión,
hacia aquel hijo esperado.
Más, ¡ay!, una gran oreja,
en la cuna, sólo, yace,
a la que, sin una queja,
entre sus manos, apresa,
susurrando: ¡Soy tu padre"
La enfermera, despiadada,
a un espacio no muy corto,
le chilla, desenfrenada,
adusta y casi enfadada:
¡Grítele más, que esta sordo!
.
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