No
me siento compungida
ni
tampoco arrepentida
porque
lo nuestro acabó.
Quizá,
solo, sorprendida,
por
la forma en que ocurrió.
Es
lógico y razonable
y,
por tanto, aceptable,
que
llegara este final.
Sin
embargo, es deplorable
que
hubiera de acabar mal.
En
ocasiones, la vida,
con
alardes de suicida,
nos
arrebata el amor,
de
forma muy decidida,
prescindiendo
del dolor.
Porque
no está en consonancia,
quizá,
por suma ignorancia,
el
espíritu y la mente,
como
cualquier circunstancia,
dura,
pero fehaciente.
Es
triste, pero verdad,
que
no hay reciprocidad
entre
el alma y la razón.
Impera
la realidad,
dominando
la cuestión.
Yo
soy distinta, lo sé,
pues,
mi conciencia no ve,
mas
que el puro sentimiento:
el
que ennoblece la fe
y,
luego, se lleva el viento.
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