Me detuve a pensar en mi destino
y quise mi futuro adivinar,
como si se pudiera programar,
lo que, siempre, hemos llamado sino.
Y lo arreglé muy bien, con mucho tino:
Pisé alfombras de flores, al andar,
embriagada, con aromas de azahar,
cual si estuviera en un lugar divino.
¡Qué feliz me sentí en aquel ambiente!,
tan distante de toda realidad,
amañando el futuro y el presente.
A mi gusto, me movía en la bondad,
en la entrega, en el amor ferviente,
en el entendimiento, en la amistad.
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