miércoles, 30 de abril de 2014

El brillo de tus ojos.

Estábamos, sentados, una noche,
delante de la ardiente chimenea,
rodeados de una paz indescriptible,
contando nuestras mutuas experiencias,
cuando saliste tu de aquellas llamas
y me miraste, fija y largamente,
con aquella mirada que ennoblece,
que me quedó grabada para siempre.
Desde entonces, vaya por donde vaya,
mi camino va, siempre, iluminado,
por la luz de tus ojos, tan profunda,
que ilumina hasta el fondo de mi alma.
Y se hizo día, donde existía la noche
y desapareció mi soledad,
porque sé que, de ahora en adelante,
el brillo de tus ojos, no me abandonará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario