Tuve un ayer y un después.
Pasé de un infierno a un cielo,
todo se giró al revés,
para mi mayor consuelo.
Renové mis energías
y la ilusión volvió a mí.
Se iluminaron los días,
puedo decir: reviví.
Recuperé la alegría,
el bienestar, la ilusión.
Mi mirada relucía
y el latir del corazón,
se muy bien, que agradeció
su ritmo acompasado,
que la arritmia le negó.
¡Todo había terminado!
El equilibrio, en la vida,
siempre ha existido y es:
una lágrima escondida,
que la derrama después.
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