Si pienso en los azares de la vida
y en las vivencias a que nos conducen,
me derrumbo, me siento deprimida,
ya que, siempre, a miserias se reducen.
Si aceptamos que la vida es bella,
en un sentido amplio y figurado,
pues todo, o casi todo, causa mella,
en el alma de cualquier ser formado.
No recibimos nada, sin tributo,
hay frustración en cuanto nos rodea,
el bien que se nos da, es diminuto,
siempre inferior a lo que se desea.
Quizá, no nos hayamos cultivado,
para encajar los golpes, sin tristeza,
nuestro yo no está mentalizado,
para esquivar las penas, con destreza.
Por lo tanto, existe imperfección,
bien en el fondo de nuestro propio ser,
en cuanto a encajamiento y percepción,
o bien, en el ambiente, a mi entender.
La energía de la mente, es infinita
y, aunque no se aproveche, de momento,
es patente y así nos lo acredita
un, cada día más, tanto por ciento.
Por eso, me mantiene la esperanza
de que un día, no lejano, llegará,
en que esa energía, en la balanza,
hacia un mundo mejor se inclinará.
Todo se perfecciona, es evidente
y, asimismo, se ha de perfeccionar
el aprovechamiento en nuestra mente,
de esa energía móvil, para triunfar.
Solo entonces, nos podremos mover
en un ambiente, que siendo realidad,
será digno y no ha de entorpecer,
el buen camino de la felicidad.
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