Permíteme que te diga
el juicio que hice de ti,
el primer día que te vi:
Tu semblante, me agradó,
tu sonrisa, me impactó
y tus pupilas, radiantes,
se clavaron, reflectantes,
en las mías, de admiración,
por una extraña atracción.
Admiré tu elegancia,
tu mayor preponderancia.
Tu conducta y bien hacer,
fueron sencillas de ver.
Tu educación, tu talante,
te hicieron mas relevante.
Tu manera de enjuiciar,
digna de reverenciar.
A tu estampa, añadieron
juicios, que correspondieron
a persona singular,
única, espectacular.
Admiradora del arte,
intuí, por una parte
y tu aspecto mas visible,
por tu educación, sensible.
Tu estampa, inmejorable,
excesivamente, amable,
la he querido, hoy, rimar
y, afablemente, glosar.
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No me gusta rimar en pareado,
mas, hoy, no se que me ha pasado.
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