viernes, 3 de febrero de 2017

Mi sirenita.

En mi cala, favorita,
contemplando su belleza,
con placidez infinita,
don de la naturaleza.
Me enamoró el oleaje,
que acariciaba la arena,
con perfectísimo encaje,
digno de una gran escena.
El mar, divino coloso,
lucía su tono azulado,
como siempre, tan hermoso,
radiante y preparado,
para un recibimiento:
Mi amiga, la sirenita,
como la diosa del viento,
se mostró dulce y bonita.
El cuerpo, estaba cubierto,
de escamas, de mil colores;
el escote, descubierto,
expandía gratos olores.
Sus ojos, de azul turquesa,
que irradiaban sus reflejos,
como inaudita sorpresa,
que envidiaban los espejos.
Sus dientes, de finas perlas,
de extraordinaria blancura,
alucinaban, al verlas,
por su encanto y donosura.
Y su efigie, vaporosa,
de dulzura singular,
elegante y onorosa,
se despidió... hacia la mar.

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