Siempre, en la pastelería,
para seguir mi rutina,
que la visito, día a día,
porque, el tedio, me domina.
Allí, alegro mi vida:
Mis tertulias, cotidianas,
me iluminan, enseguida,
y, hasta, reducen mis canas.
Saludos, conversaciones,
mitigan mis sinsabores,
y estimulan senaciones,
de los mejores colores.
Salgo de allí, animada,
con fuerzas para seguir,
dispuesta y preparada,
para, mañana, acudir.
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