Con faroles encendidos
a la playa muy cercanos,
nos encontramos perdidos,
muy juntitos como hermanos.
La arena nos refugió,
con su calor sofocado
y el agua nos empapó,
como si fuera un hado.
El embrujo de la luna
y el sonido de la mar,
nos sirvió de hermosa cuna
hasta nuestro despertar.
Aquella noche serena
que nos ofreció su amparo,
como ninguna otra fuera,
con la suave luz del faro.
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