Hoy, recuerdo a mi Albuñol,
un trocito de Granada,
donde la nieve y el sol
se besan de madrugada
Recuerdo allí mi niñez.
rodeada de su embrujo,
que dura hasta mi vejez,
aunque algo la redujo.
Como una vela encendida,
que se ha ido conservando
y aún no está consumida,
porque sigue titilando.
No conocía la maldad.
¡todo era tan sincero!
la ciencia de la verdad
fue lo que aprendí primero.
Este recuerdo lo adoro,
como pocos de la vida,
vale mucho más que el oro
y me siento agradecida.
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