Fue la noria de la vida
la que me dio tantas vueltas,
sin mirar, a su medida,
siempre mal o bien dispuestas.
Unas muy inmerecidas
y otras, llenas de dulzura,
las mayores, despectivas,
que marcaron mi amargura.
Hubo muchas, tan inmersas
de amores exacerbados,
las mas puras, a expensas
de cariños redomados.
Todas, hicieron en mí
un carácter bien marcado,
mejor del que yo creí,
sin rencor y sin pecado.
Redomada, con euforia,
porque de ella abundo,
lo mismo que de memoria,
dispuesta a comerme el mundo.
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