Si estuviéramos dotados,
de un porvenir halagüeño,
para seguir caminando,
según los sueños dorados,
sería una alegría, un sueño.
Que fácil sería avanzar,
en nuestra ignota andadura,
vertiginosa, escondida,
de estrepitoso vagar,
que nuestra mente no augura.
¿Por qué tanta incertidumbre?
¿Por qué vivimos en vilo,
buscando nuestro destino,
en una u otra costumbre?
La inquietud, se llama sino.
Todo está, ya, programado,
sometido a una vertiente,
buscando nuestro camino.
Sin embargo, encausado,
al futuro, no al presente.
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