Era un día de primavera,
cuando yo te conocí,
tras una, muy larga, espera,
al fin, tu viniste a mi.
Tiempo y tiempo, te busqué,
pues, intuí que existías.
Me encontraste y te encontré,
en aquel aciago día.
Sin querer, sin cuenta darnos,
nuestro lazo se estrechó,
empezamos a gustarnos
y nuestro amor se inició.
Mujer, empecé a sentirme,
aunque, en el ocaso estaba
y tú, supiste advertirme,
que nuestra vida empezaba.
Olvidamos el pasado
y vivimos el presente.
El futuro estaba echado,
prescindiendo de la gente.
Nos costó mucho, allanar
toda clase de barreras,
muchos gritos allanar
toda clase de barreras.
Muchos gritos acallar
y pasamos nuestras penas.
Y cuando ya parecía,
que nos sonreía el destino,
todo abajo se venía.
¡Ese ha sido nuestro sino!
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