Me place, el amanecer
y me placen sus reflejos.
¿Por que no, el atardecer,
con sus radiantes espejos?
Prisioneros, objetivos,
de multitud de colores,
altamente receptivos
por sus hermosos albores.
Y, cuando llega la noche,
la luna, enrojecida,
da, a nuestro día, el broche,
de la tarde, ya perdida.
Es admirable su encanto,
asocia tranquilidad,
se recupera el quebranto,
de esfuerzo y movilidad.
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