lunes, 24 de agosto de 2015

Violencia.

Nunca viera a una persona,
de modos, tan mal servida,
despreciativa, engreída,
que, incluso, su mal abona.
Sabe herir, como ninguna,
cual un arco envenenado,
con un rictus endiosado,
aunque sea de buena cuna.
Lleva el odio acumulado,
aunque intuyo la razón.
Endureció el corazón,
que estuvo bien adornado:
de mimos, de buen amor,
de entrega, dedicación,
de dulzura, comprensión,
de paz, a su alrededor.
Mas adelante, creció,
en un ambiente violento,
de ahí, su descontento,
que, en su madurez, venció.
Yo creí que lo venciera,
pero, ahora, veo que no.
Comprendo que le afectó,
lo que, en violencia, viviera.
No ha sabido valorar,
una y otra circunstancia,
ni premiar lo que, en su infancia,
tanto le supieron dar.
Una lacra, es la violencia,
altamente corrosiva,
despiadada, destructiva,
que ataca, hasta la conciencia.

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