Mi sensibilidad se ha enardecido,
al contemplar el mar y su belleza,
toda su inmensidad y su grandeza,
en una enorme paz me han inhibido.
El vaivén de las olas, su sonido,
privilegio de la naturaleza,
martillean, suavemente, mi cabeza
y no quiero sentir más que ese ruido.
Ya, alejada de todo lo demás,
me siento fuerte y reconfortada,
no quisiera, ni puedo, pedir más.
Soy feliz y me siento relajada,
como, acaso, no lo estuve jamás.
De energía, positiva, estoy cargada.
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