Me torturas, me entristeces,
con tu desprecio constante,
pero, tú no te estremeces
y sigues con el talante,
que más me puede ofender.
No quieres reflexionar
y te cuesta comprender,
tu torpe forma de obrar.
¿Por qué estás tan obcecado?
¿Por que te muestras así?
Si lo nuestro se ha acabado,
vete, aléjate de mí,
pero no me martirices
y acepta la situación,
no arranquemos las raíces,
de nuestro amor, a traición.
Si, en un tiempo, nos amamos
y, entre lo dos, hubo entente,
¿por qué no nos respetamos,
sin odio, adecuadamente?
Por desgracia, se acabó,
lo que empezó felizmente,
lo decidimos tú y yo
y, de eso, eres consciente.
Por consiguiente, despierta
de tu gran obcecación,
dejemos la puerta abierta,
a una reconciliación.
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