¿Acaso, me merezco lo que soy,
respirar este polvo, este ambiente,
estar triste y llorar constantemente,
no saber lo que fui, ni a donde voy?
Por mucho que reciba, yo más doy;
si entrego el corazón ardiente,
si me agobia el sufrir de la gente.
¿por qué tan despreciada, siempre, estoy?
¿Me merezco el trato que recibo,
tan brusco, tan violento y despiadado?
Sólo crueldad y desamor percibo.
Acaso, Dios me haya desamparado,
pues, de otra manera, no concibo,
el pago que, a mis desvelos, han dado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario