¡Oh, mar!, inmenso mar, que el viento mece,
unas veces, sereno y cauteloso
y, otras veces, rugiente, monstruoso,
con sus olas gigantes, me estremece.
Su susurro, música me parece.
Su inmensidad, digna de un gran coloso,
tan lleno de misterio,, tan hermoso,
que el sol se mera en él, cuando amanece.
Me extasía su luminosidad.
Sus reflejos y sus irisaciones
me conmueven, siento necesidad
de ahuyentar mis delirios, mis pasiones,
de hallar, en mi conciencia, la verdad,
de ser fiel a mis propias convicciones. .
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