miércoles, 26 de febrero de 2014

A mi sobrino Juan Francisco O.

Una vez..., había  un soldado,
ni de cartón, ni de plomo,
de carne y hueso, formado,
ampliamente, preparado,
a cuya vida me asomo.
Tiene mucho a su favor,
pues, de Orellana desciende,
de aquel gran descubridor
del Perú y explorador,
del Amazonas, se entiende.
Debido  a esta circunstancia,
es intrépido el muchaccho
y goza de una arrogancia,
como los "Luises, de Francia",
superior, pues, no es "gabacho".
También, es conquistador,
de una forma diferente,
de aquel gran predecesor,
que, de babor a estribor,
con sus hombres, iba al frente.
El, conquista sin espadas,
trabucos, ni carabelas:
Despliega sus carcajadas
y quedan encandiladas,
por su  encanto, las "mozuelas".
Sin alardes, su presencia,
queda bien patentizada.
Se le recuerda, en su ausencia,
se le nombra, con frecuencia
y se espera su llegada.
Seguidor de la justicia,
la defiende, con ardor,
su vocación no es ficticia,
pues, la ejerce con pericia,
con entusiasmo y valor.
El derecho compagina,
con otro tema importante:
la caligrafía y opina,
que si esa rama domina,
puede ser interesante.
Si es verdad, que he intentado,
"a groso modo", esbozar,
el carácter de un soldado,
creo, sin duda, que he olvidado,
estos datos mencionar:
Que su mejor condición,
es su enorme sencillez,
digna de un gran corazón,
siempre, con gran honradez.

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