lunes, 17 de febrero de 2014

Lamento.

Anoche, oí un lamento,
tan hondo, tan angustiado,
que pensé, por un momento,
que me había equivocado.
Nadie, había, a mi  alrededor,
pero, en el fondo, intuía,
que ese signo de dolor,
a alguien pertenecía.
A pocos metros, hallé,
a un niño, despavorido,
de frío, por lo que pensé,
que era él, el del gemido.
Lo abracé, contra mi pecho
y, entre mis brazos, sentí.
un corazón, tan maltrecho,
que se apagaba, creí.
Tuve miedo de perderlo
y, enseguida, lo abrigué,
lo mejor que supe hacerlo.
Se durmió y lo velé.
A la mañana siguiente,
su rostro me sonreía;
yo creo, que era consciente,
del favor que me debía.
Al final prorrumpió en llanto
y, entre gemido y gemido,
me explicó, que sufría tanto,
por saber que había perdido,
a sus padres y a su hermana,
en un trágico accidente,
hacía, solo, una semana,
quedando, él, inconsciente.
Desde entonces, vaga, andando,
desconsolado, hundido,
mirando al cielo, rogando,
ir hacia lo que ha perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario