La luz del alma, se apaga,
se extingue, muy lentamente,
ya no alumbra, es tan vaga,
que nubla mi subconsciente.
Sin esa luz, me consumo,
pues, a ciegas, voy andando,
ya no soy fuego, soy humo,
mi vida se va agotando.
¿Cómo volverla a encender,
para seguir mi camino?
Dios mío, ¿que debo hacer,
para cambiar mi destino?
Así no puedo seguir,
sumida en el desencanto,
a obscuras no se vivir,
sólo me consuela el llanto.
¿Quien pudiera iluminar,
de nuevo, mi triste vida,
para alegrarme, gozar
y no sentirme perdida?
Quizá un caballero andante,
un príncipe, un truhán
un galán, o un farsante,
pero, ignoro dónde están.
Algún día, aparecerá,
alguno de ellos, cualquiera
y su amor conseguirá,
alumbrar, como debiera.
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