Para vivir sin ti, he de esforzarme,
enormemente, aguzar los sentidos
y, aún así, no dejo de acordarme,
de todos los momentos compartidos.
Sabía que te quería, pero, no tanto,
ni imaginé, que tu ausencia dejase
ese vacío, que se convierte en llanto,
porque, seguir viviendo me costase.
Desde donde tú estás, yo me pregunto:
¿Podrás captar el sufrimiento mío?
¿En donde morarás, siendo difunto?
Si en ello me detengo, siento frío.
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