jueves, 27 de marzo de 2014

Una rosa.

Azotada por el viento,
una rosa se quejaba.
Era tal su sufrimiento,
que, aprisa, se deshojaba.
Ella, a gritos, le pedía,
que su fuerza aminorase;
Muchas veces, repetía,
que su soplo controlase.
Si así  sigues, moriré
y llorarán las espinas,
pues, de ellas, me apartaré
y las tengo por vecinas.
Sopla, pero, lentamente,
sólo así, reviviría.
Te lo ruego, se consciente
y te lo agradecería,
con mi fragancia y olor,
que, solo tu, expandirías.
Me harías un gran favor
y no te arrepentirías.
Tu aire lo necesito,
para refrescar mis hojas,
el único requisito,
si tu violencia despojas,
para seguir existiendo,
para el calor mitigar
y para seguir oliendo,
dulcemente, al respirar.

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