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Con una duda, me hiero,
pues, no la quiero exponer,
mejor dicho, sí que quiero,
aunque lo que siento es miedo
de llegarla a esclarecer.
Porque, si llego a afrontarla
y resulta negativa,
quizá, no pueda encajarla,
con esfuerzo, mientras viva,
y llegue a desestimarla.
Siempre, había considerado
que era mejor la verdad,
a ella, había respetado,
por haberla comparado
con la duda y falsedad.
Y, siempre, la prefería,
aun, por cruda que ésta fuera,
a la mentira, que hería
y a la duda, que mordía,
con la fuerza de una hiena.
Y, sin embargo, hoy, prefiero
no dilucidar mi duda,
aunque, con ella, me quemo,
si debiera, más, no puedo
extraerla de su urna.
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