Nada más verte, tuve que amarte,
lo que suele llamarse un flechazo.
No perdí tiempo y, sin marcar plazo,
a tu lado corrí, para hablarte.
Empecé, simplemente, a contarte
naderías, faltas de embarazo.
Más, después, se estrechó nuestro lazo,
suavemente, sin llegar a cansarte.
Olvidé lo que, luego, ocurrió.
Sólo sé que, ahora, todo transcurre
con la fuerza y tesón que empezó.
No me cansa tu amor, ni me aburre
el día a día, entre tú y yo.
Sé muy bien por qué esto ocurre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario