La felicidad perdida,
llamémosle mala suerte,
te hace sentir dolorida
y deseas esconderte,
que nada nuble tu vista,
que se aparten de tu lado.
Te vuelves, hasta egoísta,
sólo importa tu pasado,
aborreces el presente,
que crees que te está perdiendo.
Eres dura y displicente,
con el que te está tendiendo
su mano, para ayudarte
a salir del vericueto,
aunque deseen orientarte,
con cariño y con respeto.
Y van pasando los días,
sumida en el desencanto;
no ambicionas otras vías.
Sólo te consuela el llanto.
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