Sin saber hacia donde, ¡vagué tanto!,
pensando sólo en él, en su traición.
Quedé desvanecida, en un rincón,
no supe el tiempo que duró mi encanto,
si latiera, o no, mi corazón.
Me embargaba, tan sólo, la emoción
y el dolor, aunque, no supe cuanto.
Sólo sé que una lluvia, inaudita,
resbaló por mi cuerpo, por mi cara,
parecía como un agua bendita,
que mis penas y mi dolor, lavara.
¡Quiera Dios que ya no se repita!
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