Envuelta en las tinieblas de la vida,
avanzo, lentamente, hacia mi ocaso,
entre su esplendor, pasito a paso,
una vela permanece encendida.
Su tenue quimera, reducida,
a mi, me da calor, casi me abraso,
por el frío de mi alma, en este caso,
que respira angustiosa y dolida.
Sucede igual en la naturaleza:
nace el sol y lo esconde la luna.
La rosa, con su encanto y su belleza,
se marchita, se expande en la llanura,
despojada de toda su grandeza,
sus hojas, sus espinas, una a una.
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Este soneto, lo he compuesto hoy.
en la peluquería de mi amigo Mario.
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