En una cala, chiquita,
resguardada por el viento,
su encanto y su paz, invita,
a respirar ese aliento.
El mar y su inmensidad,
nos subyuga, nos atrae,
tamaña preciosidad,
nuestros sentidos distrae.
El cielo, al atardecer,
con sus tonos irisados,
nos envuelve en el placer
de nuestros sueños dorados.
Tanta paz, tanta belleza,
nos descongestiona el alma
y nos inyecta pureza,
sensibilidad y calma.
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