Como toda ley, ésta,
la de la compensación,
se cumple y se manifiesta,
con estricta convicción.
El equilibrio es patente,
en todos y cualquier caso.
A veces, está latente
y se muestra con retraso,
pero lo que sí es verdad,
es que, más pronto o más tarde,
se convierte en realidad,
haciendo o no haciendo alarde.
Cuando menos te lo esperas,
se presenta, está ahí
y, de esta forma, te enteras
que ha llegado para tí.
Unas veces, la esperamos
con verdadera ansiedad,
pues así nos liberamos
de nuestra infelicidad
y otras, nos pasa al revés:
cuando llega, la tememos,
pues te obliga a que le dés
todo cuanto poseemos.
Yo creo, que debe existir
por justícia, esta ley
y que no debe eximir
ni a un pordiosero, ni a un rey.
No es justo que, de por vida,
te inclines a una vertiente
y a ella te encuentres asida,
bien o mal, constantemente.
Lo lógico es compensar
una u otra situación
y así poder nivelar
la anhelada perfección,
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