Los niños, no se laceran,
porque, llenos de pureza,
sus corazones esperan
amor, dulzura y nobleza.
Debemos ser consecuentes,
con sus llantos y alegrías,
siendo muy condescendientes,
ser, de sus vidas, los guías
y encauzar su educación,
siempre, hacia la honestidad,
con la máxima ilusión,
que alcancen la libertad.
La libertad en sus vidas,
que se inícia en la niñez,
con las clases recibidas
y dura hasta la vejez.
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