Te fuiste, no sé por qué,
pero es cierto que te fuiste,
acaso, porque viniste
y yo no me percaté
del modo que me quisiste.
Te herí porque te ignoré,
sin duda, inconscientemente,
pues mi espíritu impaciente,
por las horas que esperé,
tal vez, estaba latente,
Sin pedirte explicaciones,
te juzgué y te condené.
Tan dolida yo me hallé,
que no saqué deducciones,
ni me pregunté el por qué,
de tu olvido, de tu ausencia.
Sufrí, en silencio, por tí,
con desconsuelo, gemí
y rogando tu presencia,
sin tu amor, enloquecí.
Cuando volviste a mi encuentro,
estaba mentalizada
a vivir sola, enclaustrada.
Me sentía vacía, por dentro,
enajenada, , acabada.
Tan introvertida era,
que egoista me torné,
solo en mi pena pensé,
en cualquier sitio que fuera
y ni tu vuelta esperé.
No te extrañe, pues, querido
que no te reconociera,
que ni caso yo te hiciera,
después del tiempo perdido,
fruto de una larga espera.
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