La caridad, que arraiga en nuestras vidas,
nos abre el corazón a la templanza,
hacia un mundo mejor, ella nos lanza,
para ayudar a personas hundidas.
Sean conocidas o desconocidas,
lo que importa, es poner la balanza
equilibrada y así la bonanza
y justicia, pueden ser repartidas.
Creo que no es una utopía,
que se impone, que es nuestro deber,
auxiliar a los pobres, día tras día.
Solo hace falta, empuje y querer.
¡Muy honesto y hermoso sería,
esta cuestión, llegar a resolver!
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