Era una tarde, gris, de primavera,
cuando estaba tranquila y relajada,
tú te acercaste a mí, de una manera,
totalmente impaciente, inesperada.
Pusiste tu mirada, en mi mirada,
sin conocernos, sin saber quien era
y, sin saber por qué, me pareciera,
que, de ti, siempre estuve enamorada.
Supe la intensidad de tu amargura,
me apenó tu tristeza, tu dolor;
te vi necesitado de dulzura.
.Encendiste, en mi pecho, un resplandor,
que, al transcurrir los años, aún perdura,
transformado en un ardiente amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario