miércoles, 27 de noviembre de 2013

Emigrante

Veo, triste su semblante
y en sus ojos ansiedad,
por ser un pobre emigrante,
que clama al cielo piedad.
Por sentirse marginado,
considerado un extraño,
es, por muchos, despreciado
y, eso, le produce daño.
No comprenden su tortura,
por salir de su terreno.
Al ser su vida tan dura,
puso a su miseria freno.
Vino a buscarse la vida,
en un mundo, que creía,
hallar la dicha perdida
que, sin duda, merecía.
Era, solo, un extranjero,
que, con desprecio, miraban
y con odio, casi fiero,
 de su entorno lo apartaban.
Tuvo que luchar, muy duro,
para abrirse un camino,
saltar uno y otro muro,
para enderezar su sino.
Su único pecado fue,
luchar, con viento y marea,
con ilusiones, con fe
y con una fija idea:
la de otro mundo encontrar,
mejor, que le permitiera,
con decencia, trabajar,
viviera donde viviera.
Debiéramos comprender,
con caridad y cordura,
a esos seres, y bien ver
que se acabe su amargura.
Su ambición, solo, es vivir
mejor vida y olvidar
sus penurias, al salir,
de lo que les pudo ahogar.
No importa de donde venga,
ni el color de su piel,
de lo que tenga o no tenga,
lo importante, solo, es él.



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