Una mañana, cuando el sol nacía
y su brillo, rojizo, reflejaba
el tenebroso cielo de aquel día,
noté, que por mi rostro, resbalaba,
como resbala el agua del rocío
por las flores, dulce y pausadamente,
una lágrima, sola, a pesar mío,
pero, tan abundante y tan candente,
que, para tantas otras, ya marcara
el camino que deberían seguir,
pues, muchas, descendieron, por mi cara
y hoy, se nota ese surco, al sonreir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario