Las pupilas, las tengo dilatadas,
contemplando el azul del mar, sereno,
no pongo a mi pasión tope, ni freno,
para admirar las bellezas plasmadas.
En las rocas, dulcemente bañadas
por las olas, que absorben el veneno
del empuje del agua, que, en su seno,
remueve superficies y hondonadas.
El éxtasis, me embriaga, dulcemente.
Me siento, altamente, relajada,
y atrofio los sentidos y la mente.
En silencio, mi alma es elevada
a un edén y vago, lentamente,
siempre, feliz y desenfadada.
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