No ha mucho, te dediqué
unos versos, preguntando,
de unas dudas, el por qué,
que yo estaba analizando.
Versos, que tú no leíste,
pues, intuyendo el motivo,
por el cual llegué a escribirte,
los devolviste a mi archivo.
Por tanto, quedó colgada
la pregunta que te hacía,
esperando, resignada,
que, un día, la contestarías.
Y, ese día, ha llegado ya,
pues, circunstancialmente,
la contestación está,
en tu mente y en mi mente.
Hoy mismo, se han producido
unos hechos, bien palpables
que, sin querer, han tenido,
un trascendental alcance.
Me has venido a resolver
mis dudas. Ya estoy cierta,
de lo que quería saber
y han despertado un ¡alerta!
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