¡Cuanta miseria en la vida!
Que tristeza me produce,
me deja el alma transida,
porque en dolor se traduce.
Soy pobre, porque nací
desprovisto de riquezas
y, siendo pobre, nací,
rodeado de grandezas.
Las mismas que me orillaron,
sin apiadarse, un instante,
de este pobre, que humillaron,
porque anduvo, siempre, errante,
sin protección, sin cobijo.
Vivo como un indigente,
nada tengo, nada exijo,
solo el amor de la gente.
Sin embargo, ese amor,
que recibiría gustoso,
no lo veo a mi alrededor,
me miran como a un leproso.
Sólo, me queda un consuelo:
el de creer que hay un Dios,
que me espera, Allá, en el cielo
y hacia El, marcharé en pos.
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