Frente al mar, me siento embelesada,
llena de luz, contenta, acariciada,
por la brisa y el sol: ¡Mi gran lucero!
Me siento relajada, por entero
y, a ese dulce sopor, encadenada,
al vaivén de las olas, arrastrada,
por mi estado: tranquilo y sereno.
Los minutos, transcurren lentamente,
distendida, sujeta a esta emoción,
que agradece mi cuerpo y mi mente.
Aprovecho esta linda ocasión,
no cotidiana, precisamente,
para henchir de ternura el corazón.
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Este soneto, lo he compuesto hoy.

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