El olor de las flores, me trasmina.
Todas ellas, tan bellas, tan jocosas:
claveles, jazmines, turquesas, rosas...,
cualquiera, en su color, me ilumina.
La violeta, escondida, me fascina.
Sus flores, tan humildes, candorosas,
ocultas en la tierra, ruborosas,
son dignas de una belleza divina.
No alardea de su esencia, ni color.
De la lluvia, tan solo, se alimenta,
a pesar de su encanto y esplendor.
Exultante, ella, se nos presenta,
nos envuelve en un grato sopor
y en elixir de amor, sin darnos cuenta.
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Este soneto, lo he compuesto, hoy.
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