domingo, 14 de septiembre de 2014

Enjuiciar.

¡Qué difícil resulta enjuiciar
el sentir de la persona amada!
Y que suerte sería precisar,
sin temor que pudiera fallar,
la verdad, por todos, tan buscada.

Si sencillo fuese detectar,
la más simple y pequeña reacción,,
sería fácil, también, actuar
y, a conciencia, poder reflejar,
los valores de la comprensión.

Pues, entonces, sabríamos premiar,
con justicia, las buenas acciones.
¡Qué bonito sería no dudar
y seguros podernos mostrar,
en cualquiera de las ocasiones!

Y la duda, ese cruel sentimiento,
que atenaza de modo brutal,
responsable de encadenamiento,
de cualquier perverso sentimiento,
para siempre, quedaría atrás.

Y los celos ,se eliminarían,
no tendrían una base formal,
pues ya, nunca, te consumirían
y motivos ya no te darían,
para equívocos juicios formar.

Es complejo el proceso mental
y, por tanto, parece imposible,
comprender, de una forma cabal,
ese tema, de todos vital,
que, hoy, por hoy, es imperceptible.

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