Me quedo absorta, cuando estoy contigo
y, a mi oído, pronuncias, quedamente,
dulces palabras, repetidamente,
mientras yo, en silencio, te bendigo.
Horas y horas, extrañada sigo,
escuchando tu voz, en este ambiente,
que deseo perpetuar, eternamente,
y alabar al Señor, si lo consigo.
El brillo de la luna y las estrellas,
ante un amor tan puro, palidece,
siempre, majestuosas y tan bellas.
El rubor de sus rostros, aparece
y ello es, precisamente, lo que a ellas,
sin poderlo evitar, las ensombrece.
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