A este pueblo, que me viera nacer,
constantemente, evoco en mi inconsciente.
Recuerdo, con orgullo y con placer,
sus paisajes, sus costumbres, su gente.
Aparece, a mis ojos, en un valle,
como si de un pesebre se tratara,
una casita, blanca, en una calle,
en la que, con mis padres, habitara.
Al extender la vista, me recreo,
contemplando sus campos, su belleza.
Los almendros, en profusión, los veo,
como muestra de la naturaleza,
y me enorgullezco de ser reo
y esclava de su embrujo y su grandeza.
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