Como el hierro se arranca de una herida,
yo arranqué tus mentiras, sin querer.
Supe de tu traición, sobrecogida,
de improvisto y no supe qué hacer.
El mundo, a mis pies, se desplomó.
Mi alma se rompió, en mil pedazos,
y un nudo, en la garganta, me asfixió,
al deshacer de nuestro amor los lazos.
Solamente, un instante me bastó,
para cambiar tu imagen en mi mente.
Tu arrollador encanto, se tornó
en pérfida visión, muy claramente.
Tu claro rostro, pronto se oscureció
y al pasado volvió nuestro presente.
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