Dije si, cuando el no se imponía.
No recuerdo ni cómo, ni por qué,
solo sé que, al afirmar. perdía,
la ilusión por la ida y por la fe.
Desde entonces, mas que vivir, yo muero,
en agonía continua, lentamente,
como inyectada por terrible suero,
que mina mi salud, constantemente.
Siento pavor y tristeza infinita,
inmersa en el ocaso de mi vida.
Día a día, la esperanza me quita,
hálitos de esa ilusión tenida,
años atrás y que hoy, ya prescrita,
acelera el final.¡Estoy perdida!
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